En el día los pensamientos más densos se cristalizan hasta volverse imperceptibles.
Los primeros rayos de luz traspasan estos pensamientos con facilidad, dejando ver entre las paredes todas las preocupaciones cotidianas, las llamadas, las discusiones, los besos, los olvidos, las cosas que se van a poder hacer y las cosas que no.
Mientras, todas las ocupaciones se comen el día y todas las voces suenan diferentes pero dicen lo mismo en su afán por vivir.
Ya en el ocaso me torno cansado de ciudad y de ruido. Salgo y miro la forma del cielo que se oscurece a veces con vetas de colores cálidos, a veces simplemente azul cada vez más oscuro.
Anochece. Poco a poco las voces desaparecen, los objetos se desdibujan, las luces se apagan.
Los miedos más oscuros toman forma de pensamientos. De pensamientos densos y solitarios.