Le gustaba ver las nubes, sobre todo cuando de una grande se despegan fragmentos que se unen a otras.
Le gustaba pensar que así tan rápido como cambiaban de forma, así las palabras amoldaban sus pensamientos. Nunca permanecía en una sola idea, brincaba de una a otra.
Inacabadas, rotas, tal como el cielo cuando parece haber sido rasgado.
Le gustaba pensar que las nubes eran más que algodones en las que su pesimismo caía para reconfortar su ánimo. Eran más el pretexto para divagar, para perderse entre recovecos, para huir de la pesadez de la rutina.
Entre más las veía menos pensaba. Sí, todo se desvanece, desaparece, se va con el aire, así como las intenciones.