Ni siquiera se movía mucho, sólo se quedaba ahí parado viendo el mundo pasar y se estaba quietecito. Lo tuvimos en casa desde que era un huevo de cascarón mitad rojo y mitad blanco. Estaba en las estrellas aviarias que no llegaría a gallo: el pobrecito nació mudo. Pero trataba de serlo, se empecinaba contra su trágico destino como un gran guerrero griego, sus esfuerzos eran de un mutismo épico gigante. Subido en el tejado, el pecho henchido, alas abiertas y plumas alborotadas abría el pico y ahí la ausencia de un canto pasaba desapercibida, como todo su rastro por la tierra. Con el cogote desolado bajaba encarnando la derrota, picoteaba un par de semillas que encontraba a su paso y se escondía a un lado de la carretera, tras una piedra calentada por el sol. A la mañana siguiente, sin saberlo, le esperaba la misma labor. El mismo destino sería repetido una y otra vez. Fue tan fácil darle un empujón esa tarde.
Escritora. Mar de nervios en esta carne contrahecha. Sentir, sentir, sentir. Y de ahí pensar. Y así decir. Y en todo eso vivir. Vivo colgada de la parte baja de la J en la palabra ojalá.
Ilustradora. Mujer a la que le cuesta trabajo describirse en pocas palabras, pero que en un intento de ello podría decir que es mitad mariposa, mitad escorpión.
Buscadora incansable del placer de vivir, cazadora de sombras, recolectora de cristales, espía de ventanas, coleccionista de reflejos, soñadora, viajera, filósofa y psicoloca frustrada, apasionada, sensible ante cualquier estímulo, observadora compulsiva, amante del amor, de la humanidad, de las bellas artes, del erotismo, del conocimiento, de la naturaleza, de cualquier cosa que despierte su asombro y creatividad. Cree en la humanidad y en el arte como productor de conciencia social. Canta, dibuja, escribe y toma fotos para sentirse más viva.
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