—No había manera de mirarle al petiso y no sentir ganas de llorar. Te lo juro, che, no había manera. Era como si realmente pensara.
—…
—No, no quiero decir que los niños no piensan, pero luego uno cree que lo hacen, ¿cómo decir?, demasiado simple. Bueno, no sé, tú sabrás más de eso porque tienes hijos, pero yo, qué te puedo decir yo que ni hombre llevo.
»¿Te acuerdas del Lorenzo? Pues al final no pasó nada, como que hablábamos otro idioma. Por ejemplo, a él le encantaban los juegos, ¡uy!, cómo lo volvía loco el truco. No que a mí… tú sabes que a mí eso me aburre. Prefiero las manualidades, no sé, tejer, bordar, esas cosas. Ya ves lo detallista que soy.
—…
—Exacto, como lo que le hice a la Reina en su cumple. Cositas así.
»En fin, como te decía, quién sabe qué tendría el petiso ese. Lo único que se notaba es que lo que pensaba no era agradable. Pobrecito.