En mi memoria sigue Martha
Todavía conservo tu imagen, la de encontrarte entubada con los ojos cerrados. Esa noche me dijeron que me despidiera de ti, tomé una de tus manos y la acaricié con suavidad. Me dediqué a memorizar todos los pliegues de su dorso mientras te contemplaba. Me transferí tu calidez, me grabé tu tacto. No es que le temiera a la palabra adiós, pero tus dedos y sus días vividos… Tenía catorce años cuando te vaciaron en una urna y no recuerdo la última vez cuando te visité.
Nunca se trató de los días en los que ya no te abrazaría ni platicaríamos, pero la urna… Hay días en los que te pienso y te imagino como una montaña y el otoño y una canción (la que siempre tarareabas).
Si existiera una posibilidad de que a los nichos los circundaran las abejas, de que tus cenizas hayan sido tomadas, una a una, por una colmena…
A lo mejor. Quizás.
Y serías pétalos, tallos, corola.
Los eventos improbables de la polinización; los reales materializados en un sepulcro. Sigues encerrada. Verdad. Y nosotros, los que quedamos, te perpetuamos con silencio.