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Taheña

No sé qué derramó el taciturno vértigo.

Lo que sé es que mi pulso iba en escalada. Que me avivó la entrepierna el sonámbulo relente de su palma encendida. Que la noche sabe hilar amoríos circenses, actos de magia, malabares de bruma.

Lo que sé es que el tiempo bailará pérdidas sobre el rescoldo del espejismo. Que su luz es nostalgia residual.

 

En una vida anterior fui encargada de un videoclub en Ciudad Juárez, actriz de teatro: bolero, ángel, diabla, preciosa ridícula, cantante, abogada, mujer fatal, vividora, loca, desahuciada, princesa, bruja, rata bailarina, niña, niño, tortuga, anciana…; modelo, ayudante de un mago y faquir, vendedora de amuletos cósmicos en ferias del pueblo, vendedora de tiempos compartidos, asistente de un psiquiatra bebedor, mesera con escote amplio, telefonista de call-center, paseadora de perros, guionista, correctora de estilo, redactora publicitaria y estratega de contenidos web. Ahora vivo reencarnada en mí.

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