Tiroliro es el gato de la familia, todos los días despierta antes que los demás. Acostumbra dormir en la sala pero apenas dan las 5 de la mañana él sube y araña la puerta de mi habitación; a veces pienso que encuentra en ello un placer sonoro que solamente él disfruta y que a mi me provoca unas ganas de tomarlo por la cola y aventarlo por la ventana que da al jardín.
Entonces bajo y le doy de comer y resulta que el señor felino ahora tiene sueño y aprovecha que la puerta está abierta para esconderse entre las sábanas. ¡Mírenlo al pobre! ¡Sus ojitos de inocencia!, imposible sacarlo.
Además de eso, Tiroliro es el más consentido de la casa; basta con que él se ponga en los brazos de papá para hacerse fiesta. Parece un abrigo de piel que se enrosca en su cuello y se monta por la espalda y se salta a la mesa y se hace dueño de todas las siguientes situaciones.
A veces pienso que para él soy sólo un holograma, trato de acercarme para acariciarle la cabeza, pasa por delante de mi y desaparece y al poco rato lo ves en las faldas de mamá o paseándose por debajo de la mesa, apenas asomando su cola como el periscopio de un submarino.
Presiento que algún día yo me iré de casa y Tiroliro tendrá mi habitación para él solito. Cuando regrese tal vez ya no me reconozca y sea yo quien tenga que rasguñar la puerta.