Quisiera ser un cigarrillo atrapado entre tus dedos, abrazado por tus labios mientras inhalas con el ansia de un vicioso todas mis entrañas. Chúpame, muérdeme tímida con tus dientes incisivos, convierte en ceniza la efímera carne que me comprende. Fuma arrecha y colérica, fuma sin descanso; que cada respiro se llene del humo de mi pavimentada esperanza.
Conviérteme en fuego con tu saliva, tórname carmesí dorado, maravilla estéril incandescente, orgasmo fugaz de sangre brillante. Lámeme, acaríciame con tus papilas e imprégnate de mi hedor. Fuma lasciva e irritada, llénate de todo mi epitafio. Alimenta tu codicia con mi fatiga, acelera tu corazón con mi dióxido, engaña tus neuronas con mi nicotina. Aprovecha mi fútil existencia, mi madura composición y mi fresca desilusión a tu antojo.
No me dejes al lado de tu cadera a merced del viento, consúmeme completo, sin desperdicio. Fúmame atormentada e impaciente. Déjame ser la gracia que enferma tus pulmones, el veneno que te carcome desde adentro. Permíteme, al menos, convertirme en la causa de tu muerte.