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Ejercicio narrativo #2 – El silencio inducido

¿Alguna vez has torturado a alguien?, me pregunta un hombre al que jamás he visto. Se vuelve más fácil con el tiempo. Incluso comienzas a olvidar las caras y las reacciones de la gente porque, verás, la gente siempre es igual, todos los que llegan aquí entran igual: dos ojos, dos orejas, dos manos. Pero todos salen diferentes.

Agacha la mirada y ríe para sí mientras coloca algunas herramientas que no logro distinguir sobre esa mesa irónica de tan blanca, el único lugar con luz en toda la habitación. Yo estoy amarrado a una silla a pocos metros de distancia, casi oculto en la sombra.

Yo sé que tú vas a gritar, me dice, y yo puedo sentir algo de verdad en sus palabras, sé que voy a gritar aunque no importe. Sé que estás temblando, a pesar de que aún no me acerco a ti, sé que puede escuchar el sonido de la silla arrastrándose hacia atrás. Sé que ya no puedes decir más de lo que has dicho y esto es un regalo para mí, sé que no puedo hacer nada al respecto.

El tipo me cuenta lo que piensa sobre su trabajo, lo que va a hacerme. Habla de mutilaciones, de quemaduras, de cortes. Se le nota tranquilo. Yo no puedo responder nada pero respiro con mucha fuerza y trato de gritar, aunque sólo puedo emitir un sonido desarticulado, ahogado en sangre. Me mira y mueve su cabeza de lado a lado, como desaprobando mi comportamiento. Entonces levanta mi lengua de la mesa y me la enseña antes de arrojarla al piso con desdén.

Bueno, veamos, dice mientras camina hacia mí.

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Músico, escritor, lector, cinéfilo, melómano, hijo, primo, hermano y amigo nacido en la ciudad de México un hermoso y soleado miércoles 29 de febrero de 1984. Gusta de todas las formas de la imaginación y del humor sin discriminación alguna. También disfruta ocasionalmente de una buena novela policiaca. Sostiene que la escritura literaria es una búsqueda donde la voz del escritor debe ser la única constante. En alguna reunión llegó a afirmar: “Puedo suscribirme a cualquier corriente de pensamiento, siempre y cuando sea lo bastante corriente”. No ha recibido ninguna distinción literaria, pero ha otorgado dos títulos de “Abuela Honoris Causa” hasta el momento. El primero a Susan Sontag por su labor crítica y, sobre todo, por esta fotografía; el segundo a Wisława Szymborska por su obra poética y por la persona que imagina detrás de esos poemas. Participó en el proyecto de investigación de literatura policiaca “Crimen y ficción”. Actualmente escribe una columna mensual de cine para la revista Síncope, mantiene el blog “Antología (no tan) arbitraria de textos” y toca la guitarra en la banda mexicana de swing Cotton’s.
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