haz lo que debas hacer, hazlo bien y no dudes de lo que estés haciendo. algo así me dictaba entre sueños mi conciencia cada día que amanecía. también, entre sueños, cuando anochecía, llegaban a mi mente pedacitos de cuentos o narraciones bien estructuradas que nunca tuve la delicadeza de apuntar. en algún sitio escuché que un buen cuento sabe a dónde va desde la primera letra. yo nunca he sido bueno para nada, menos para seguir órdenes. y no aludo aquí a ningún espíritu subversivo que me rebele contra ellas, sólo se trata de una futilidad de mi alma. la intención de esto es dejar alguna clase de huella post mortem que documente tanta miseria.
lo entendí tarde, siempre cedí a la incongruencia. el hombre es contradictorio, confirmaba con placer cuando volteaba a mi alrededor. mi punto ciego fue no temer al abismo que separa las palabras de las cosas. así que mi cuerpo alojó múltiples inquilinos: el que se emborrachaba impunemente en los lugares menos aptos, el que parecía usar el baño al revés y el que abandonaba a los perros que yo tanto cuidaba. con el tiempo entendí que se trataba de uno solo y que sus desdoblamientos habían marcado el fino compás de una lógica sutil que atentó contra lo más noble de mis intenciones: se trataba de perfeccionar un ímpetu fracasado que cancelara mis sueños una y otra vez hasta mejor convencerme de perderlos.
así que hoy me despido de ustedes, mundo que nunca me llamó ni pareció percatarse de mi presencia. me voy y no volveré a mirarlos de frente con esa atolondrada vergüenza y timidez que me provoca asistir a cada uno de esos ritos mal improvisados que llamamos vida. adiós y salud y hasta luego.
Ese Ele.