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La niña de mis ojos

Tantas veces vi a la niña correr descalza.

Se marchó con su crueldad bajo la lluvia. Se mojó la cara y las manos; las gotas casi le abren huecos en las cuencas de los ojos.

No hace mucho tiempo la volví a ver. Aún corría para escapar de su pasado, con los zapatitos de piel empapados. La malicia del asfalto hizo grietas en las plantas hasta que sus pies se hincharon con el frío.

Con cada paso, una lágrima caía reclamándole a la noche su dolor. No pudo llegar muy lejos.

La última vez que la vi estaba herida, herida no de muerte pero sí de gravedad; su piel de otro color, un tanto más grisácea y usando zapatos de charol. Las aberturas de sus pies habían sanado pero, todavía cansadas, sus piernas daban pasos cortos tratando de encontrar algún lugar caliente para abrigar su depresión.

Ya no gritaba. Se veía serena aunque desgastada. Aun así supe que no le quedaba mucho tiempo pues, a pesar de los zapatos, del vestido que la cubría del frío y de que los raspones en las rodillas estaban por desaparecer, era demasiado tarde.

Sentada se aferró a sus zapatos como a un respirador. Así cerró los ojos con una sonrisa y de un momento a otro, como si no sintiera más dolor, la niña dejó llorar.

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Escritora. Bruja de oficio, cocinera de palabras por accidente. Cambio de color todo el tiempo porque no me gusta el gris, un poco sí el negro, pero nada como un puñado de crayolas para ponerle matiz al papel. A veces escribo porque no sé cómo más decir las cosas, a veces pinto porque no sé como escribir lo que estoy pensando, pero siempre o casi siempre me visto de algún modo especial para despistar al enemigo. Me gusta hablar y aunque no me gusta mucho la gente, siempre encuentro algún modo de pasar bien el tiempo rodeada de toda clase de especies. El trabajo me apasiona, los lápices de madera No. 2 también; conocer lugares me fascina y comer rico me pone muy feliz. Vivo de las palabras, del Internet y de levantarme todas las mañanas para seguir una rutina que espero algún día pueda romper para irme a vivir a la playa, tomar bloody marys con sombrillita y ponerme al sol hasta que me arda la conciencia. Por el momento vivo enamorada y no conozco otro lugar mejor. El latte caliente, una caja de camellos, una coca cola fría por la tarde, si se puede coca cola todo el día, y un beso antes de dormir son mi receta favorita para sonreír cuando incluso el color más brillante se ve gris. La Avinchuela mágica.
Ilustradora. Gotas de colores caen, poco a poco anuncian dónde te ocultarás, dejan el dulce ácido de un camino que me hará llegar.
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