Se entendieron en el primer instante, ese que pasa cuando los dedos se entrelazan.
Se llenaron de ciudad en los labios.
Se caminaron en los callejones.
Se detuvieron de semáforos en los besos.
Júpiter los alumbró con la velocidad de la luz de un poste.
Les fue difícil reconocerse entre las estrellas veladas por el smog.
No así las miradas, expandidas en sus centros de alumbrado público.
La ciudad que los abrazó.
Sus sonrisas.
