En realidad, eso que llamamos vacío no existe. Todo se encuentra invadido por pequeñas partículas como protones, neutrones, electrones, bosones de Higss y una infinidad de pedacería molecular que aún no conocemos y que quizás nunca lleguemos a conocer.
Es increíble que esa polvadera microscópica forme lo que conocemos, desde la más pequeña mota de polvo hasta todo lo insondable que seguramente habita en los abismos submarinos. Podemos decir en términos generales que somos iguales a todos y a todo; quizás sea esta la principal premisa a la que hacen referencia la mayoría de las religiones cuando dicen que Dios habita cada resquicio de la existencia y de lo que existe, quizás el verdadero Dios sean todas estas partículas que jamás veremos pero que sabemos que están ahí. El creer en algo que no podemos ver pero que intuimos que ahí está es el mayor acto de fe del que es capaz el ser humano.
Partiendo de esto, llego a la conclusión de que realmente no te has ido, porque has dejado tus partículas impregnadas en cada objeto que tocaste. Después de mucho pensarlo me doy cuenta que no te extraño, porque aunque hayas dicho que no tenemos nada en común descubro que realmente somos iguales porque estamos hechos de la misma materia.
Quisiera ser por momentos un hoyo negro, entonces sentiría tu vacío en todo su esplendor y tendría motivos para llorar tu ausencia. Pudiera lamentarme y reprocharme por la estupidez que hizo que te marcharas. Entre eso y saber que todo este espacio lo llenas sin estar, prefiero la certeza de saberte ausente.