Skip to content

Tulipanes

A veces morir no es suficiente, a veces el olvido no tiene esa contundencia necesaria para que la muerte resulte suficiente, a veces los brazos se pierden de cansancio y descubrimos que somos el Sebastián lacerado, el ave que se cae del nido antes del vuelo, la flor que recién abierta pierde los pétalos con su primera lluvia.

Dicen que de amor no muere nadie. ¿La gente qué sabe de los alborotos crueles de la memoria, qué del polvo acumulado en los cristales de las ventanas, qué de los papeles escritos en el borde triste y punzante de una pluma a la que la tinta se le acaba?

Yo de esos temas no sé nada y no quiero saber nada. No deseo ser experto en los hábitos miserables del dolor ni en analgésicos. Por eso me acerco a oler los tulipanes aunque sepa que no huelen a nada sino a hierba, a rama fresca y no a perfume, porque en una de esas, en un ardid agorero y de olvido, sueltan un aromita recóndito. Por eso llevo tulipanes a su tumba, para que en aquel otro sitio donde ella está, huela la fragancia que prefiera, para que ella sepa que a veces morir no es suficiente.

 

Loading

Escritor. Estudió Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Obtuvo el premio José Emilio Pacheco, en el área de poesía, así como la beca Edmundo Valadés para publicaciones independientes, en 2004, 2005 y 2009. Actualmente es editor de la gaceta de literatura y gráfica Literal, y de sus distintas colecciones.

Anterior
Siguiente

No pares, ¡sigue leyendo!

La máquina del sí

Grasa

Tanto habían girado ya los engranajes que habían extraviado en su memoria mecánica la posibilidad de operar en otro sentido. Se deslizaban, bien…

Volver arriba