Pompeyo toma sus herramientas y sale de su casa a las 7 a. m. Descansa afuera de Catedral junto a sus compañeros como desde hace 43 años que comenzó a trabajar en la plomería. «Sí hay diferencia, joven, cómo no. Antes no era tan peleada la cosa, pero hoy en día todas las grandes tiendas dan el servicio de instalación y conexión de sistemas sencillos y no tanto. Con respecto a la inutilidad de los esposos, las cosas siguen igual que antes, eso nos ayuda un poco en la chamba».
«Eso de las conexiones modernas no sirve de nada y no es que uno se sienta indispensable, pero pues ya tenemos nuestros métodos, por ejemplo: para destapar un lavabo basta un litrito de cloro del bueno, bombearle duro y tener fe. A la luz yo no le entro; una vez por poco no la cuento, me entró la corriente aquí en el cuello y nomás sentí cómo me pateó el transformador».
A las 9 se completa la planilla y comienzan a jugar a la rayuela. Así como Pompeyo, Justino y Lencho tienen sus trucos para poner su moneda no tan lejos de la línea. A veces uno pierde los centavos para el almuerzo, pero entre el ganador y el segundo lugar le encargan una torta de consolación.
«El día tiene de todo, viejo; al menos aquí seguimos y no nos quitan, eso ya es algo. Tenemos clientes de toda la vida y ahora con esa gente a la que le dio por vivir en casas viejas que antes ni uno quería ocupar, pues le entramos más sabroso a esas conexiones: las de antes, que ahora son lo caro, dizque son la moda».