Cuando comience el fin de esos tres minutos que parecieron eternos, empieza a limpiarte las lágrimas y los mocos. Quítate de la cara los últimos signos de compungimiento. Luego dejarás –casi automáticamente– de dirigir la atención a ti mismo. Destapa tu rostro, ya casi terminan esos tres minutos, seis meses u ocho años. Llora todas las lágrimas lo que puedes llorar, deshazte de ellas. Respira.
FIN
[Al Exmo. Cronopio, por enseñarme
involuntariamente a dejar de lado los motivos]